Blas Dotta -
Acerca de Los sinsabores del verdadero policía6 luglio 2012
“¿Qué hay detrás de la ventana?”, interroga Roberto Bolaño en el memorable final de Los detectives salvajes, novela que lo catapultó como el narrador poderoso que es, devenido luego de su prematura muerte en mito; traducido, publicado, venerado.
Suponían sus lectores que ya no escribiría más, que sobrevendría el alivio, la calma para reorganizarse. Sin embargo, con la reciente publicación de Los sinsabores del verdadero policía(Barcelona: Editorial Anagrama, Colección Narrativas Hispánicas, 328 pp., 2011) impulsada por sus herederos y por el célebre agente literario Andy Wylie, el Chacal, quien adquirió después de su muerte los derechos de la obra de Bolaño, la respuesta es obvia: detrás de la ventana lo que hay es otro libro de Bolaño y así se completa una suerte de extenso tríptico que nace desde Los detectives salvajes, prosigue en 2666 y se completa con Los sinsabores del verdadero policía.
De esta forma, el lector asiste atónito a una misma trama, a un mismo desastre, a un viaje imposible que exige investigar posibles desenlaces; participa como lector-sabueso de la materia misma a la que Bolaño condena a la palabra sin dar tiempo a descifrar sus caligramas, la topografía con las que intentaba mostrar la interioridad del signo mismo.
Road movie sinfín, su obra es eterna cadencia de sórdidas ciudades y personajes al borde del lenguaje donde reencontrarnos con ese lugar global en que se convierte Santa Teresa, como la mítica Santa María de Onetti o el Yoknapatawpha de Faulkner.
En Los sinsabores del verdadero policía se encuentra la virtual sexta parte de 2666. Es un relato centrado en el personaje del profesor Amalfitano, que esclarece los motivos por los que abandonó Barcelona para
irse a vivir a la desértica ciudad mexicana de Santa Teresa.
En su lectura se excarba las dendritas de su obra, siempre a riesgo de ser mordido por alguna rata o de abrirse las venas con una navaja. Al ratito nomás, el lector atrapa un resto de pan duro, encuentra el arma de un asesino de Sonora, los restos sudorosos de la sábana de un enfermo de sida o el fragmento de la historia de la revolución.
La literatura y el estilo de Roberto Bolaño se reconfirman una vez más en esta obra que se inició a finales de los años ochenta y que se prolongó hasta la muerte del escritor. Novela inacabada pero no novela incompleta, como prologa Masoliver Ródenas. Recuperada en siete carpetas bien organizadas entre sus archivos digitales y mecanografiados, pero que pertenecen a la misma cartografía de bifurcaciones y daños colaterales.
El mismo dibujo de adivinanzas con sus amigos, la continuación certera de esa paradoja tensa entre la palabra y la imagen. La misma condición de fracaso de la modernidad, el mismo lugar del duelo donde batirse por los libros y la comida y los amigos; y la vanguardia como nostalgia.
Las labores de documentación del archivo que dejó al morir, un conjunto de anotaciones, borradores, esbozos y diarios (la mayoría manuscritos) revelan la verdadera dimensión del corpus de su obra, dentro del cual Los sinsabores… parece un recurso más del genero policíaco que cultivó con paranoia.
Bolaño no terminará de dar sorpresas entre el abismo y la desdicha. Sigue sin tener libros malos ni mejores ni peores ni principio ni fin: solo sus propios oasis flotantes donde la vida lucha por no desaparecer, rastreando como un perro sabueso una tercera opción.
Sus personajes, sean quienes sean, son detectives en búsqueda de lo nuevo, “aquello que sólo se puede encontrar en lo ignoto”, “es la pobre bandera del arte que se opone al horror”. Desde esa “batalla perdida de antemano”, se levanta de ultratumba su voz para decirnos lo que tiene que decir acerca de la enfermedad de la literatura actual.
Parece que con esta novela, el sol de Bolaño sigue cayendo a plomo, invitando a las lejanas luces de una vida donde no cabe vanidad alguna. Su curvatura literaria sucede al mismo tiempo. “A mí no me corresponde decir cómo quisiera ser recordado. Eso es una batalla futura”, contestó Bolaño cuando le preguntaron por su memoria.
Desde el futuro convoca a la vida y se despide comprensivo con una escupida de sangre.
las malas juntas ---- - - -
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